lunes, 2 de junio de 2014

RACIONALIDAD Y EMOCIONES

RACIONALIDAD Y EMOCIONES CONTAMINADAS Las personas formadas en un ambiente cultural laico, y aún ateo desde su infancia, asumirán sin problemas la casualidad anecdótica de la vida en todas sus formas y manifestaciones, sin la necesidad infantil de las creencias, que por otra parte no son otra cosa que el fundamento de un negocio nefando y anacrónico, cargado de engaños y crueldades infinitas. Si asumimos racionalmente lo que es la multiforme vida, además de lograr la independencia absoluta de dentro a fuera, trataremos de convertir nuestro paso por este mundo en algo positivo y lleno de proyectos reales, encaminados a buscar la felicidad propia y la ajena. Ya que entenderemos la brevedad de la vida, así como la inutilidad de acumular todo tipo de bienes en pocas manos, despojando a muchos seres que sentirán la tristeza más inhumana producida por esa criminal desigualdad. Yo, aunque fui educado, allá por los años cincuenta y siguientes del pasado siglo XX, en el catolicismo más recalcitrante pronto, y paulatinamente, pude darme cuenta del engaño. No debemos dejarnos arrastrar por unas emociones culturalmente deformadas que puedan desbaratarnos y arrastrarnos a la tristeza más profunda y desesperante. La razón bien entendida nos dará la fuerza necesaria para poder superar las pérdidas de los seres más queridos. Y no es que debamos olvidarles o que nuestro cariño merme. De ninguna manera. Lo que sucede, al contrario del creyente que espera cosas maravillosas dentro de la desesperación de esas faltas, perdiendo el tiempo en fábulas y falacias torpemente consoladoras, el ateo asume con valentía y coraje unas pérdidas a perpetuo que sabe no tienen alternativa. Sabe asimismo que la vida es solo una especie de tránsito dentro de la versatilidad propia de la naturaleza. Pero que jamás ese tránsito nos haya de conducir a otra vida dentro de la resurrección y el encuentro con los seres queridos anteriormente fallecidos, y a la espera de los que vendrán. Eso, con todos los respectos para los creyentes de todo tipo y latitud, no son más que tonterías propias de cuentos infantiles. El corazón, asiento de las emociones, está situado sobre las partes pudendas a las que debe dominar y combinar. Pero deben esos dos sectores rendirse al poder racional del cerebro situado en la cabeza, el sector más elevado del ser, e incontaminado de paparruchas pueriles, ya sea por formación o por haberse despojado de ellas mediante esfuerzos infinitos. El cerebro debe dominar y someter a las otras dos partes situadas en niveles inferiores. La vida entonces, tal como decíamos más arriba, cobrará su verdadero sentido y grandeza, sin necesidad de prótesis evangélicas, soteriológicas, ni de ningún otro tipo. Esa independencia, aunque dura al principio, nos hará libres y seguros, lo mismo que solidarios y felices de verdad. La vida es breve, y hemos de vivirla plenamente y no perderla entre disparatadas creencias que nos entretendrán tontamente, mermando el verdadero conocimiento, y enredando con patrañas las horas de ese transcurso vital único e intransferible. Eduardo Fernández Rivas Lugar de Fiunchedo; 28-05-2014

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