lunes, 25 de febrero de 2008

ENIGMAS DEL ANTIGUO EGIPTO

ENIGMAS DEL ANTIGUO EGIPTO

HISTORIAS DE SEGUNDAS ESPOSAS Y CONCUBINAS DURANTE EL IMPERIO NUEVO


Reinaba en Egipto el faraón, Señor de las Dos Tierras, dueño del Alto y Bajo Egipto, Amenhotep III, Neb-Maat-Re, (Imperio Nuevo, dinastía XVIII; 1395-1358 a.d.C.). El país era más floreciente que nunca, la paz era completa en todo el reino, así como en los territorios y provincias anexionados, y también en aquellos, dependientes por voluntad de esos pueblos, de servir y ser amigos del gran rey de Egipto. Era todo un honor el contarse entre los principados y países que se pudiesen llamar amigos de Egipto. Las riquezas de todo tipo inundaban pueblos y ciudades. El sol brillaba como nunca y las crecidas del Nilo llegaban propicias y en su fecha, con un caudal y una regularidad, tranquilizadoras, símbolo de buenas cosechas y apropiadas para las grandes construcciones estatales. La felicidad y la alegría se desbordaban en la corte del monarca. La ciudad palacio de Malkatta, recientemente construida sobre la orilla occidental del gran río era una fiesta continua. La moda femenina en aquellos días había dado un vuelco. La hermosura de las jóvenes se había visto incrementada por los nuevos colores de labios, un color teja hacía furor, y los rabillos de ojos y cejas se habían tornado para las más atrevidas, en metálico malaquita. La finura y el plisado de las telas de lino, así como los cortes y anudados de los trajes y túnicas, tenían la elegancia, entre atrevida e ingenuamente desenfadada, de los ropajes propios de una reina púdica con los pliegues en reposo. El mínimo movimiento producido por la brisa más suave, dejaba entrever por momentos, todos los encantos al desnudo de las elegantes y refinadas mujeres de Tebas. El tipo de peluca se había complicado y embellecido de tal manera, tanto para ellas como para ellos, que los precios se habían disparado, pero nadie que pudiese permitírselo dejaba de adquirir una de ellas. Los pródigos dioses de Khemet sonreían desde sus moradas a todo el país.

El joven amo Pentuer veía con placer como su prole disfrutaba jugando en las aguas del pequeño estanque, cuya superficie estaba cubierta casi al completo por las redondas hojas de las plantas de nenúfar, así como de las hermosas flores de la acuática planta. El aroma impregnaba el ambiente del pequeño jardín que a la hora del ocaso parecía que fuese un pequeño trozo de los bienaventurados campos de Ialú. Un grupo de palmeras datileras ubicado en la zona más occidental de aquel parque privado, recordaban en las formas sugerentes de sus copas que reverberaban al potente contraluz de la tarde, la reunión bullanguera de unos cuantos pavos reales con sus espléndidas colas desplegadas a punto de iniciar el cortejo con sus parejas. Dos hermosos ejemplares de palmera dum desplegaban sus grandes frutos bajo las copas en el extremo meridional. Las plantas más variadas, tanto autóctonas como exóticas traídas de los jardines del templo, así como de los mismísimos jardines del palacio real de Malkatta, daban a ese parque todo el empaque y belleza, propios de una noble mansión. Altos muros enjalbegados y pintados protegían de las miradas de extraños la privacidad del conjunto.

Por la pérgola, situada cerca del portal de entrada a la finca, cuajada de jazmines en flor que caían desde del techo, así como de glicinias con tallos retorcidos y añosos, con la mayoría de sus flores ya mustias, y aunque algún azul racimo se mantuviera fresco, la estación de Peret tocando a su fin, evidenciaba el final del período de floración de la enredadera. Las daturas, sin embargo, comenzaban a florecer espléndidas y más hermosas y odoríferas que nunca.

Pentuer, desde la terraza del piso superior de la casa de dos plantas, y a la sombra de un artístico cobertizo de cañas, contemplaba sin ser visto, los juegos infantiles de sus tres hijas, habidas con la esposa principal, la dama Mutnedjemet. Se conocían desde niños, eran primos carnales hijos de dos hermanos. Pentuer decoraba la tumba del monarca excavada en el Valle de los Reyes. Su actividad profesional era el iluminar los muros de aquellas residencias de eternidad de figuras de dioses y diosas entablando conversaciones, saludos y ofrendas con el faraón reinante. Como artista había alcanzado gran fama debido a la precisión de su dibujo y a la armonía de sus composiciones, así como por la sobria alegría del colorido.

Era un hombre influyente. Su hermano Isesi rendía su actividad como sacerdote en el templo de Khonsú en Tebas oriental. El mismo cargo sacerdotal que había detentado el padre de ambos, hoy difunto. Isesi había mostrado desde niño una naturaleza inclinada hacia el misticismo, disfrutando de las visitas al templo, cuando en algunas ocasiones, su padre lo llevaba, complacido de las inclinaciones del pequeño. Isesi solía preguntar a su padre y a los demás sacerdotes acerca de las figuras humanas y animales, enormes, que se prodigaban por los fustes de las columnas, de las pilastras y de los altos muros. Solía preguntar que era aquello que hablaban en silencio entre ellos. Su padre y los compañeros le respondían diciéndole que aunque hablaran en silencio, este era aparente, ya que sus conversaciones estaban recogidas en los textos jeroglíficos que acompañaban las representaciones pictóricas en relieve, y también las esculturas exentas. Para el niño todo aquello representaba un fascinante mundo cargado de magia y de encanto. ¿Cómo podían hablar en silencio aquellas figuras?, cavilaba el infante en su mente llena de confusas imágenes y de ideas y conceptos todavía muy complicados para su infantil edad. De todas maneras, Isesi sentía mayor interés por aquellas misteriosas conversaciones escritas que por la belleza de las figuras en si mismas. Los años pasaban. ¡Por fin comprendió! Los textos hablaban el lenguaje de los dioses, no por la sola representación gráfica de los mismos, ¡No, ello no era suficiente! Comprendió, cuando le explicaron que las sagradas escrituras tenían todo su valor y efecto solo cuando el sacerdote adecuado formulaba las palabras mágicas, cargadas de un significado misterioso, al tiempo que derramaba sobre aquellos jeroglíficos escritos en las paredes, el agua lustral que los sacralizaba. Era entonces cuando esas palabras y frases escritas se cargaban de todo el poder propio de las divinidades que entre sí se comunicaban. El niño entonces cerraba los ojos y por la magia de su propia sensibilidad veía a los dioses y al faraón, el dios vivo, moverse, al tiempo que les escuchaba hablar entre ellos. Nunca vio en su mente, reírse a los dioses, a lo más, una sonrisa congelada se dibujaba a veces en sus bocas y rasgaba algo sus frías miradas.

Pentuer, cuando acompañaba a su padre al templo, disfrutaba más de la belleza de las figuras que del significado de los textos. Él solía comprender el diálogo mudo de las bellas representaciones de aquellos dioses de perfecta belleza, y de las diosas encantadoras que, al contrario de lo que pensaba Isesi, sí reían y tenían gestos amables, y aunque hieráticos como muñecos articulados, no dejaban de aparentar felicidad y un hechizo arrebatador, dentro de aquel mundo tan lejano y al mismo tiempo tan cercano, debido a las numerosas representaciones murales, como eran las inalcanzables y complejas moradas de las sublimes entidades divinas.

Las niñas jugaban con las aguas del estanque viendo nadar a los pececillos de colores, quienes atemorizados huían a esconderse bajo la vegetación de nenúfares y otras plantas acuáticas, así como dentro de los orificios practicados en las piedras depositadas en el fondo como refugio.

Las carcajadas de las chiquillas tenían hechizado al padre, al ver como disfrutaban en sus infantiles juegos, cuando de pronto vio desde su privilegiada atalaya, deslizarse, proveniente de la calle, desde la pérgola, por entre el ramaje de los jazmines y de las glicinias a un chiquillo algo menor que sus hijas, la menor de las cuales tendría unos ocho años. El pequeño no iba más allá de cinco.

Como un gracioso y cauteloso mono sabio se descolgaba por entre el ramaje espeso e intrincado de uno de los laterales de la pérgola. Las niñas ajenas a tal aparición continuaban con sus juegos y sus conversaciones. La mayor, de uno doce años, se aburría hablando de cosas de niñas cuando ella ya había sido prometida a un pariente próximo, aunque político. Ya que era el muchacho, hijo de la segunda esposa de un tío abuelo, y que esa esposa había aportado al matrimonio, pero hijo de otro marido anterior. Esa segunda esposa de aquel tío abuelo era bastante rica y había traído un buen patrimonio al nuevo marido. Al anterior lo había repudiado por adulterio demostrado. Y por ello recuperado todo su patrimonio personal íntegro, y también aquel que le pertenecía como bienes gananciales.

El niño se acercó sigilosamente a las tres hermanas, que estaban de espaldas, al tiempo que arrojaba por encima de sus cabezas una piedra al agua del estanque, chapuzando de sorpresa a las desprevenidas niñas. El susto fue de impacto. Una vez recuperadas corrían tras el travieso Setnajt, increpándole y agitando las manos como furias posesas. El gato que dormitaba y el pequeño tití que se rascaba nerviosamente, saltaron, maullando uno y gritando el otro, como almas que lleva el diablo. Las ocas que se espulgaban a la sombra de la casa coreaban con sus alarmantes gritos aquella escena hilarante.

El padre, Pentuer, desde la terraza se moría de risa con el accidente sufrido por sus hijas, y provocado por su adorado Setnajt. El hijo habido con su segunda esposa. De la concubina Tanit tenía un varón y una hembra de tres y un año de edad.

Pentuer se vanagloriaba de su numerosa prole y de sus mujeres. Es bien cierto que los hijos de la concubina no tendrían los mismos derechos legales que los otros, los de la primera o segunda esposa. Y también es cierto que la concubina al ser de extracción humilde y esclava, podía ser vendida o alquilada a otros amos, si bien Pentuer no tenía pensado hacer nada de eso, sino reconocer a los hijos habidos con ella y repartir con ellos a partes iguales la herencia con los demás hijos. Aunque Tanit nada había aportado al patrimonio familiar, solo su belleza y su trabajo, que debido a esa hermosura que la distinguía, el amo había hecho liviano, en lo posible. Sencillamente se dedicaba, a parte de satisfacer al señor, a tejer en el enorme telar que le había instalado en un cobertizo adosado a la parte de atrás de la vivienda y al cuidado de los ancianos de la casa.

De todas maneras, tanto Mutnedjemet como Sithathor, la primera y segunda esposa, que eran mujeres consideradas ricas por familia, no sentían aversión alguna por la hermosa concubina. Ellas eran por derecho la primera y segunda señoras de la casa. Aunque si bien es cierto, era Mutnedjemet la que por derecho propio detentaba el título indiscutible de “Señora de la Casa”, que la distinguía del resto de las esposas o concubinas que pudiese haber, tanto en esta como en otra familia cualquiera.

Tanto Mutnedjemet como Sithathor llevaban rigurosamente las cuentas del producto de sus propias tierras y de las cosechas, ayudando a su marido en el recuento de las suyas. Y aunque los graneros distribuidos por el patio trasero estaban rebosantes de grano ya que la cosecha, ese año, se había adelantado, comenzado casi un mes antes de lo habitual, también se disponían lugares dentro de los graneros, para depositar todo tipo de objetos destinados al trueque, ya fuesen de metal, cerámica, piedra, marfil, o cualquier otro tipo de material, y que formasen parte del rico tesoro de la casa.

Ahí, en esos espacios, dentro de los graneros estaban, en compartimentos diferenciados, los objetos de cada uno, tanto los de las esposas como los de Pentuer. Juntos, pero no revueltos. Eran el producto rentabilizado de las tierras y animales propios de las esposas.

La concubina Tanit también generaba con su trabajo en el telar sus propios beneficios. Las hermosas alfombras, tapices y cortinas que tejía con gran habilidad y destreza, solía llevarlas al tenderete que montaba cerca del templo de Amón en el Karnak con la subida de las aguas y aprovechando las grandes fiestas fluviales del dios Amón-Re.

Allí, durante tantos días de fiesta exponía sus primorosos trabajos, que ayudada por la contemplación de su belleza que resultaba un regalo para la mirada de los hombres, tanto jóvenes como viejos, vendía con muy poco esfuerzo. Al anochecer llegaba a casa con el producto de las ventas que iba arrinconando en un departamento exterior, pero bien guardado, de los graneros.

Sithathor, si bien nunca había sentido celos de Tanit, ya que ella había logrado sacar adelante al pequeño Setnajt, después de la muerte de otros tres hijos prácticamente al nacer, ahora que la pareja de la concubina se desarrollaba fuerte y sana, comenzaba a albergar algún sentimiento de rencor hacia ella. Además, había notado un cierto interés de esta por un joven trabajador de la casa vecina, un buen mozo, quien parecía asimismo que tampoco le era indiferente la joven y bella Tanit. Pero, de ninguna manera, habían dado, ni el uno ni la otra, motivo de habladurías. Nadie podía poner en duda la fidelidad y lealtad de Tanit hacia Pentuer. Sithathor lo sabía muy bien, pero muy escondido llevaba el deseo de que Pentuer repudiase a la joven hilandera. Pentuer, con sus veintinueve años era feliz con sus compañeras, aunque es bien cierto que Tanit nada aportaba de su trabajo a la hacienda familiar, solo cuidando a los mayores de la familia que eran varios, en sus molestas necesidades. Solo tejía cuando esas actividades le permitían algún tiempo libre, generalmente por la noche, si es que el señor no acudía a visitarla.

La señora de la casa y la segunda esposa estaban por encima de aquellas actividades, propias de esclavas o de mujeres pertenecientes a familias de condición humilde. Esos trabajos, Tanit, los desempleaba muy bien, con buen trato y cariño a los abuelos y a las ancianas de la familia, quienes agradecían el cuidado con que les trataba, e incluso los desvelos con que ella los solía atender.

II


El sacerdote Isesi solo había conseguido criar un par de hijas de su segunda esposa, Renenutet, hija de un sacerdote de rango menor, al servicio de un pequeño santuario de la diosa Bastet, “aquel que limpia los suelos de la casa divina”, de nombre Menkhauhor. Debido a ello, había ascendido de cargo, ya que su yerno, en reconocimiento por la fecundidad de su hija, y aunque eran de procedencia humilde, y sin posibles para entregar una dote al templo que sirviera para potenciar un ascenso, lo consiguió a través del nacimiento de aquellas dos niñas que su hija dio al gran sacerdote de Khonsú, Isesi.

Renenutet, después de haber sido repudiada la primera esposa de Isesi, no debido a infertilidad, sino a que sus alumbramientos resultaban siempre en fracaso. Las criaturas, o bien no alcanzaban el tiempo adecuado de embarazo, o bien nacían muertas, después de un embarazo, aparentemente normal, o morían al poco de nacer, Renenutet, por ello, se había convertido en la señora de la casa por derecho propio.

La repudiada Menkheret, mujer de casa pudiente, y de familia de magistrados, cargos sacerdotales dependientes del templo de Thot, no había perdonado tal humillación. No porque Isesi la repudiase, cosa habitual en tales circunstancias, sino por la desvergüenza y arrogancia desprendida de los comentarios de Renenutet, después que esta parió las dos gemelas sanas y regordetas, y encima logró sacarlas adelante sin esfuerzo alguno.

Cuando Menkheret salió de casa de su marido con todas sus pertenencias propias y lo correspondiente de gananciales, camino de la casa de su padre, quien ya había arreglado un nuevo matrimonio para su repudiada hija, nadie sabía, ni siquiera Menkheret, que la semilla de su marido comenzaba de nuevo a desarrollarse en su vientre.

Ella había comentado en varias ocasiones con Isesi, que posiblemente la muerte prematura de sus niños pudiera ser el resultado de haber utilizado hasta la saciedad los anticonceptivos que la ginecóloga Ashayt les había proporcionado antes de determinar casarse y fundar una familia. Isesi le decía que ello era una tontería, ya que la mayoría de los jóvenes utilizaban desde siempre esos medios para no tener prole, cuando solo pensaban, además, en lo placentero de la unión, y también para comprobar si la pareja era adecuada, para que luego no hubiera sorpresas.

A las pocas semanas del divorcio, ya arreglado el matrimonio con la nueva pareja, y celebrado el banquete en la propiedad familiar. Y una vez arreglados los documentos entre ellos, ya que ni religión ni estado tenían nada que ver en tales asuntos que se consideraban totalmente privados, la novia Menkheret, después de tomar unos dulces se sintió mareada y con necesidad imperiosa de vomitar. Las náuseas y arcadas ante la visión de algunas de las viandas de los platos, pusieron en alerta a la ginecóloga Ashayt y a las dos parteras invitadas a la fiesta de boda. Después de un sencillo reconocimiento ginecológico, el diagnóstico, sorprendente, sobre todo para la aturdida Menkheret, arrojaba el resultado inequívoco de embarazo. Menkheret, la repudiada, estaba de nuevo encinta de su anterior esposo. La noticia, después del primer momento de estupor devino en alegres carcajadas y en comentarios jocosos y picantes de todo tipo. Pero sobre todo, fue el nuevo marido quien saltaba de contento, y bromeaba diciendo que había adquirido, por el mismo precio de la vaca, a esta y al ternero. ¡Mayor felicidad y negocio no se podía esperar! Y si el resultado resultaba fructífero, y la criatura se lograba, loas para Hathor, las siete hadas benefactoras del nacimiento, y sobre todo ofrendar de inmediato al malformado genio Bes, protector de las embarazadas, quien con sus cabriolas y fealdad alejaría a los malos espíritus que podrían aparecer durante el alumbramiento y perjudicar al neonato.

La noticia en casa de Isesi tenía el sabor amargo de la raíz de la mandrágora, sobre todo para él, aunque la recién ascendida a señora de la casa, Renenutet, también se le revolvía la bilis en el estómago, pensando en que posiblemente hubiera cambios en su pareja que ya creía estable y sin sombras. Esto no la dejaba vivir en paz, aunque supo de la gran alegría de los recién casados, tanto del nuevo esposo de Menkheret como de ella misma. La burla a su anterior marido, pensaba Menkheret, siempre que la criatura se lograse, resultaría más ácida para Isesi, que el sabor del mango verde.

III


Setnajt corrió escaleras arriba, riendo como un diablillo, tratando de refugiarse ente las piernas de su padre, huyendo de las furibundas medio hermanas quienes aún no se habían recuperado del remojón, producido por el impacto de la piedra, recibido en sus rostros cuando jugaban sentadas sobre el brocal del estanque, embebidas, las dos más pequeñas, con los comentarios de la hermana mayor, Nefrure, en torno a las delicias de su pronto matrimonio, ya que su edad, doce años, era adecuada a esa nueva vida. Además los padres de una y del otro, viendo que los adolescentes se querían, pensaban no necesitar el dejarlos que conviviesen previamente, puesto que la atracción era mutua y satisfactoria. Como quiera que fuese, Pentuer, aparentando seriedad, y aunque protegió al niño de la furia de las jovencitas, le reconvino para que no volviese a las andadas, ya que habitualmente las atormentaba con sus travesuras de manera súbita. El niño juró riendo que no volvería hacerlo, pero ya su mente proyectaba, y su padre lo sabía, otra sarta de travesuras.

A las niñas, algo soberbias al saberse hijas de la esposa principal, y aunque querían al pequeño medio hermano, este, no olvidaban, era hijo de la segunda esposa Sithathor. Pero tampoco se les escapaba la preferencia que el padre sentía por aquel diablillo travieso, de ojos muy negros, y con una sonrisa tan amplia y descarada que en sus carcajadas cantarinas mostraba una dentadura, que aún de leche, anunciaba la blancura y perfección de la próxima dentición. Aquella risa desvergonzada y pícara hechizaba a su padre y a toda la familia.

Sithathor, la madre del pequeño Setnajt, aún teniendo unas relaciones más que cordiales con la señora de la casa, intuía que no le parecía muy bien a esta, el trato de preferencia que el esposo de ambas daba al retoño de la segunda esposa.

Desde luego nada hacía prever un desasosiego en una familia tan, aparentemente al menos, bien llevada. Pero la verdad es que entre unas cosas y otras, la procesión, iba por dentro de cada una de las mujeres. Se acrecentaba al ir cumpliendo años toda aquella prole, en que cada uno de sus miembros pretendía ir marcando su terreno según la importancia de parentesco o de oficialidad. Ninguna de aquellas mujeres e hijos pensaban en los sentimientos de Pentuer. Lo único que les importaba era colocar a cada uno de sus hijos en la mejor situación con vista a la herencia y a la supervisión del patrimonio familiar.

IV


Sithathor, a través de conversaciones mal intencionadas con Mutnedjemet, la señora de la casa, había conseguido que Pentuer decidiese prescindir de Tanit como concubina y emparejarla con uno de los esclavos de la casa que desarrollaba duros trabajos en las tierras más alejadas de la hacienda.

Entre las dos consiguieron inocular la duda y la sospecha en el corazón del liberal Pentuer. De todas maneras, el artista dejó bien claro, que los hijos de Tanit quedarían a cargo de su padre, y disfrutarían de su porción en la herencia y en la instrucción de su formación académica o de cualquier rama profesional, para la que los niños tuviesen más cualidades. Esta decisión de Pentuer, con la que no contaban, enervó a las señoronas, quienes a partir de ahora, sí, sintieron ya, una abierta aversión hacia la concubina. La guerra se agrió cuando Tanit se vería obligada a casarse con quien no quería, teniendo además un amante a quien adoraba, aquel buen mozo, trabajador libre de la hacienda vecina.

Las relaciones ente ellos habían llegado ya a ser públicas puesto que el señor Pentuer, había repudiado a Tanit. Por lo tanto esas relaciones ya no significaban adulterio alguno. La antigua concubina era libre, según la ley, de buscar relaciones de convivencia íntima o maridaje.

De todas maneras, las dos señoras no estaban dispuestas a que la antigua manceba pudiese casarse con alguien libre, que prestaba sus servicios en la hacienda vecina, como contable, y que además, no carecía de patrimonio propio y familiar, alcanzando de aquella manera un estatus social igual al de ellas, cuando siempre había sido eso, una barragana. ¿Cómo iban a relacionarse con ella en las fiestas y otros actos oficiales como si fuesen iguales? Eso no lo podrían consentir, por lo tanto habría que casarla con el esclavo de la familia. De esa manera sería muy difícil que ella pudiese alcanzar la libertad y la emancipación total.

Pero las linajudas señoras, en su soberbia, no contaban con las leyes que regían en el país. Tanit dio el paso y acudió a los tribunales. Después de analizar el caso y viendo el amor que la pareja se tenía, dictaminó el magistrado juez que en Egipto el amor era libre y que cada uno elegía su propia pareja sin que nadie pudiese inmiscuirse en cosas tan íntimas y privadas. Después de la reprimenda a las señoronas, e incluso al pobre Pentuer que nada, o casi nada había tenido que ver en aquel asunto, el juez de la plaza de la Verdad en Tebas occidental, en donde se llevó el caso, dictaminó, en sentencia inapelable, que Tanit y el mozo Kanefer, podrían hacer con su relación de pareja lo que les apeteciese, pero que nunca se podría obligar a la joven a casarse con quien ella no quisiera. Dijo que las leyes estaban por encima de los caprichos e intereses de nadie, por muy importantes que algunos se creyeran. Antes de dar carpetazo sentenció que los hijos de Pentuer habidos con Tanit quedaban, obligatoriamente por ley, bajo la responsabilidad y protección de su padre, a no ser que Tanit y su nuevo esposo decidieran llevárselos con ellos, y siempre y cuando las posibilidades económicas y sociales no fuesen inferiores a las de la familia de Pentuer. Si los niños iban con su madre al nuevo núcleo familiar, Pentuer tendría la libertad de seguirlos tratando y amando como antes del suceso. La familia, dijo el juez, nunca debiera romperse, sino afirmarse y complementarse en las nuevas relaciones. Sencillamente la familia se había incrementado.

De esta manera, termina el relato de Pentuer el artista, y sus mujeres. Las leyes, terminó diciendo el magistrado, cuando son justas y humanitarias, siempre han de prevalecer por encima de todo y de todos, sin importar cual sea su nivel social. Aquellas que no lo son, deben de ser protestadas por el pueblo que es el más sabio.

Después del caso perdido por aquellas caprichosas damas, la discordia creció en sus corazones entre ellas mismas, ya que desaparecida Tanit, entraban en conflicto los intereses por Setnajt, propios de su madre Sithathor, con los de las tres niñas de Mutnedjemet. La solución la dio Pentuer. El niño mostraba aptitudes artísticas como su padre, a nadie ofendió por ello que pasara a llevar la instrucción adecuada para ese arte. Las mujeres, aunque podrían encaminarse por esa actividad, no era lo frecuente, tenían otros oficios, y otras carreras, por lo tanto, por ese lado, todo arreglado. No discutieron más las señoronas. La lección del juez, y la determinación del irritado Pentuer, les sirvió para toda su vida.

V


Menkheret estaba realmente exultante con su embarazo, si bien, los abortos y muertes prematuras de sus bebés anteriores la preocupaban algo, aunque Ashayt, la ginecóloga, le daba confianza, ya que controlaba constantemente la evolución del proceso. Un día Menkheret sintiéndose algo mal, fiebre ligera y pesadez en el vientre, así como un olor nauseabundo, como a pescado podrido, mandó llamar inmediatamente a Ashayt.

Ashayt, muy preocupada, diagnosticó de inmediato una metritis. No dijo nada pero, y aunque no era corriente, debido a la inflamación del útero, y a los abortos anteriores de la embarazada, podía alertar sobre un cáncer. Sin pensárselo dos veces, preparó un tratamiento combinado, que pensaba, al menos, según su experiencia, y la de muchos médicos anteriores, podría resultar efectivo en unas cuantas sesiones continuadas. De ser el resultado positivo, desaparecería de inmediato la sospecha de tumor maligno. Preparó una buena cantidad de hierba llamada “parietaria” que recogió, como de costumbre, al pie de la pared sur de los muros de la pequeña necrópolis cercana. Un cementerio recogido y solitario, ubicado en la ladera de una pequeña colina que en talud descendía sobre el valle, en las estribaciones desérticas, pero a donde trepaban algunas de las plantas del valle, debido a la humedad retenida después de la retirada de la inundación, y utilizado por las familias vecinas. Allí, entre la escasa vegetación de raquíticas ortigas, coloquinto, ombligo de Venus, y en las oquedades lagartijeras, e intersticios de las erosionadas piedras, solía desarrollarse esta beneficiosa planta medicinal, propia para las enfermedades genitales femeninas, y que ella, por su oficio conocía muy bien. Luego, de allí se dirigió al campo, en el valle, y en los terrenos de cultivo ya cosechados buscó otra preciosa planta, cuyas sumidades floridas obrarían milagros en el tratamiento de la enfermedad de su amiga y paciente. Cuando encontró la hermosa milenrama, planta de múltiples propiedades y aplicaciones, unas con flores blancas y otras rosadas, recogió solo las necesarias y las llevó a su clínica.

Después de la revisión a sus plantas clasificadas en cajitas y anaqueles, colgó a secar, a la sombra y bien aireada, la milenrama que traía. Comprobó, que la recogida la pasada temporada, estaba perfectamente, y en condiciones óptimas de utilización, ya que su olor así lo confirmaba lo mismo que la textura que aún no se había tornado quebradiza. No había perdido nada de sus propiedades medicinales.

Se encaminó hacia la casa de Menkheret a quien encontró muy preocupada y pálida. Preparó una infusión con la parietaria, en la dosificación adecuada, y cuando esta estaba tibia ordenó baños vaginales, durante unos diez minutos, tres veces al día, luego, con las sumidades floridas de la milenrama seca, encendió un fuego sin llama, del que solo salía un humo blanquecino y denso de olor agradable. Hizo ponerse en cuclillas a la dama de la casa, y al tiempo que salmodiaba mágicas fórmulas y oraciones ininteligibles, aquel sahumerio envolvía y penetraba en el útero enfermo de Menkheret.

Durante varios días estuvo Ashayt preocupada por su amiga, visitándola, una vez que terminaba su horario de consulta y después de ejercer la obligatoria medicina gratuita a todos los pobres de su jurisdicción sanitaria. Por las tardes se encaminaba hacia la casa de Menkheret para comprobar el resultado de aquel tratamiento. Aunque esa tarde había recibido varias visitas de jóvenes parejas, que como era habitual, venían a solicitar el tratamiento anticonceptivo más adecuado, ya que de momento no pensaban tener hijos. Más tarde ya se vería, ¡en fin! , lo de siempre. A la muchacha de la última pareja que trató, le recomendó como más idóneo para su sistema, que se colocara un tapón en la vagina hecho a base de un majado compuesto por resina de acacia, coloquinto, miel y dátiles (papiro Ebers, receta 783).(La goma de acacia, se ha comprobado, que fermentada, mata los espermatozoides)

A las cuatro semanas de tratamiento en la enfermedad de Menkheret, se confirmó que el resultado era positivo, aunque para ratificarse más en ello, y no dejar posibilidad a una recaída, le recomendó que continuase con él algunos días más.

La sospecha de un posible cáncer de útero se esfumó. Por suerte, la joven señora, quedó totalmente limpia de impurezas en su intimidad más profunda. Ashayt, sin duda, era una buena especialista en las enfermedades propias de la mujer.

Cuando la enfermedad fue destronada del cuerpo de Menkheret, tanto ella como su nuevo marido, deseaban saber si sería varón o hembra lo que se estaba gestando en el vientre de la señora. Aunque es verdad que no sentían preferencia alguna por el sexo de lo que viniese. Sencillamente por curiosidad, y por otra parte, si resultaba ser un niño, Menkheret daría por satisfecha su venganza contra Isesi, quien teniendo solo dos niñas, las gemelas, habría maldecido aquel día en que la repudió.

La fiel y leal Ashayt había preparado dos saquitos de lino, conteniendo uno, granos de cebada y el otro de trigo, mezclando en ambos algunos dátiles y arena. Llevó esa mercancía a casa de los esposos y les indicó que cada día, ambos saquitos deberían ser regados con la orina de Menkheret. Si el trigo germinaba primero, entonces lo que nacería sería una niña, si por el contrario, lo que primero germinaría fuese la cebada, entonces habría de ser un niño lo que Menkheret trajese a este mundo. Y si ninguno de los dos germinaba, entonces no nacería nada productivo.

Después de varios días de ansiedad y espera, la cebada germinó primero. Había pues que prepararse para el alumbramiento próximo de un varón. Y aunque algunas veces, muy pocas, el experimento fallase, no era cuestión de pensarlo así. La ilusión de la espera y de la venganza cumplida, se aproximaban.

Menkheret dio a luz un hermoso pequeño, que, ¡misterios de la vida!, tenía el pelo rojizo, y con el pasar de los días, los ojos, se confirmó, eran de un intenso color azul. Cuando Isesi supo la noticia, una especie de ansiedad y comezón le reconcomían el espíritu y el cuerpo. Su desasosiego lo mantenía en una especie de frenesí que le impedía realizar sus obligaciones en el templo, con la disciplina y atención necesarias. Se vio obligado a tomarse unas semanas de baja.

Nadie vino a mostrarle a su hijo, ni tampoco fue invitado a visitarle, cosa que deseaba ardientemente. No pudo acudir a la ley y reclamarlo como suyo, y aunque lo era, y todos lo sabían, legalmente no podía demostrarlo. La criatura había nacido, justo después del tiempo perfecto de un embarazo, que coincidía, además, con los meses de casados de la nueva pareja.

Un antepasado de Isesi, según el árbol genealógico de la familia, oriundo de alguna zona del norte de Siria, ya cercana a Hatti, el país de los hititas, tenía estas características, que no volvieron a reproducirse en sus descendientes hasta el nacimiento de su hijo con Menkheret. Se dice que aquel antepasado, pertenecía a la etnia de los Hicksos invasores, pero que fue uno de aquellos conversos que prefirieron colaborar con los nativos, durante las guerras de liberación, y quedarse en Egipto, país del que ya se sentía hijo, identificándose con esa tierra que era la única que como patria reconocía. Era ya inmigrante e invasor de segunda generación.

VI
EPÍLOGO


Después de todo este colorista lienzo, que hemos creado, con el único fin de reflexionar y conocer, aunque sea someramente, algunos de los aspectos sociales, legales y familiares del Antiguo Egipto, diremos que el harén, por llamarlo con el nombre más acostumbrado, nada tiene que ver con los conocidos harenes islámicos en donde las mujeres están encerradas en una especie de cárcel de oropel esperando impacientes la visita del semental sultán o maharajá hindú. De ninguna manera es así. La poligamia en aquella remota época era necesaria por varias razones; la primera, debida a que la numerosa mortandad infantil era lo habitual, y la segunda, que muchas mujeres también morían durante el parto. Pero siempre las mujeres en el Egipto clásico, y hasta al menos, la emisión del llamado decreto contra la mujer, durante el reinado de Ptolomeo IV Philopátor (221-204 a.d.C.) las mujeres, aun después de casadas gozaban de todas sus libertades y derechos en igualdad con el varón.

Incluso las personas sin hijos y solteras, eran respetadas lo mismo que las fecundas y casadas, y nunca, al menos socialmente, se les privó de su dignidad con burlas o chascarrillos. Las leyes las amparaban, y ello, de manera indiscutible, se mimetizaba en el comportamiento social. Ptah-hotep sugiere que muchas de esas personas que son célibes ya en la madurez y no quieren hijos, podrían ser grandes sacerdotes si se dedican al servicio de los templos, ya que su tiempo será precioso si lo disponen al completo para la experiencia maravillosa de las profundidades teológicas y para el estudio de las insondables verdades del más allá.

El sabio Ptah-hotep, en sus conocidas máximas, y entre otras cosas, decía: “No critiques al que no tiene hijos, y no te jactes de tenerlos tú; hay muchos padres que viven en la tristeza por el comportamiento de sus hijos, y muchas madres que hubieran deseado no haberlos parido, mientras que otras sin hijos, viven mucho más serenas y felices”

En el ámbito de las adopciones, parece que también, aquel Egipto disponía de leyes muy bien formuladas. Aparte de la adopción habitual de hijos e hijas jóvenes, cosa que era corriente, sin apenas dificultades y primando siempre los intereses del adoptado, está el caso, para nosotros curioso, de la dama Nanefer, quien casada con un palafrenero, Nebnefer, vivía desahogadamente y con un patrimonio nada despreciable. La pareja no tenía descendencia, y su marido, viendo que de alguna manera sus parientes, si ella quedaba viuda, podrían ponerle dificultades en la herencia, entonces decide adoptar a su propia esposa como hija, para que de esta manera pudiese ser la única legataria de la herencia. Así fue, quedó viuda y nadie pudo causarle problemas con aquel patrimonio y los privilegios que se devengasen del cargo que había tenido su marido ya difunto, y a quien sobrevivió dieciocho años, no casándose nunca más, ni teniendo hijos, y ayudando generosamente a los parientes de su esposo, quien en vida, y por amor, se había convertido en marido y padre.

Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 23-10-2006

lunes, 4 de febrero de 2008

ASUNTO GERVASIO: UNA FAMILIA ACOSADA

ASUNTO GERVASIO

ENCOMPINCHAMIENTO ENTRE LAS MAFIAS DE LA CONSTRUCCIÓN, EL ALCALDE Y SENADOR DEL PP, RAMÓN RODRÍGUEZ ARES, Y OTRAS LINDEZAS, EN EL AYUNTAMIENTO DE SADA



Desde principios de los años noventa venimos sufriendo, tanto mi anciana madre como yo, e incluso mi perro, y algún que otro invitado, agresiones de todo tipo por parte de un siniestro personaje y sus hijos, vecinos desde entonces, y de procedencia foránea, Gervasio Carballo Brasa y demás elemento masculino de su familia más cercana, y aún de otros, ya parientes, amigos, o cómplices, estos, lo son tanto de él como de sus hijos. Motivo; la intención de amedrentarnos y de esta manera conseguir que huyésemos acojonados abandonando nuestra casa familiar. Evidentemente, gracias a mi entereza no lo consiguieron. Nuestro terreno debido a su ubicación es codiciado por estas gentes, venidas no se de donde, y dedicadas aquí en Sada a la construcción, presuntamente más especulativa y despiadada. Manifestado además ese interés hacia mi finca, de manera verbal, por el propio Gervasio Carballo Brasa, durante una de sus muchas desvergonzadas y canallescas alocuciones enfrente a mi casa.

En varios juicios celebrados en Betanzos, a instancias mías, y presuntamente manipulados a favor de esa familia, me imagino que por su abogado el señor Romay Becaría, quien según tengo entendido, ciertamente yo no lo se, hace y deshace a su antojo fallos y sentencias judiciales en esos juzgados, estas gentes a quienes he sentado de manera reiterada en el banquillo en Betanzos, han salido siempre de manera muy sospechosa “absueltos por falta de pruebas”, según reza en las sentencias, pero nunca inocentes. En mi opinión, argucias judiciales destinadas a favorecer a una de las partes, en este caso a los presuntos delincuentes.

Las posibles irregularidades cometidas en esos juicios, probablemente desde su instrucción han llegado al colmo de cualquier paciencia al ver la sentencia última dictada en A Coruña a finales de agosto pasado en unos términos que claman al cielo, ya que de ninguna manera podría ser a esta justicia injusta.

Solo el hecho de que un alcalde que lo era hasta hace bien poco, Ramón Rodríguez Ares, en su momento me haya proporcionado protección policial, durante años, y que nunca se ha levantado, debido al comportamiento altamente delictivo y de terrorismo local de alta intensidad de esas personas, deja bien patente la peligrosidad que aquel edil percibía, (amenazas de muerte reiteradas, llamadas telefónicas a altas horas de la madrugada con mensajes terribles, insultos vejatorios y humillantes, rayado de mi coche, rotura de espejos, explosivos, petardos, barrenos de construcción etc. esto último dentro de mi propiedad). Y todo ello durante años. Todavía hoy, si bien he de reconocer que ha bajado bastante la intensidad de los delitos, no quiere decir ello que lo hayan dejado, de ninguna manera, en cuanto pueden, me agreden con insultos y amenazas.

La situación es insostenible por más tiempo. He estado esperando pacientemente la sentencia del último juicio por el que había denunciado a Miguel Carballo, uno de los hijos de Gervasio. Aunque mi idea había sido el presentar todas las demandas en un solo juicio, la “torpeza” de mi abogado anterior, José Sánchez Presedo, decidió la división. Él sabrá porqué, yo me lo imagino. Este abogado luego me plantó sin explicación alguna.

Este último juicio se debió a un acoso hacia mi persona, delante de mi casa, cometido por Miguel Carballo, con provocación, pelea y persecución por su parte, todo ello en dos fases, y en diferentes lugares de Sada en la tarde del viernes, 7 de agosto de 1998. Uno de los días más aciagos de mi vida.

La cosa de la culpabilidad de esa persona es tan clara, que la sentencia, emitida en a Coruña a finales de agosto de este año de 2003, resulta la conculcación de todo sentido común, la vergüenza de la justicia, la desconsideración más sangrante de esta hacia las víctimas inocentes, que somos mi madre, mi perro, algunos invitados y yo. Todo esto parece un mundo al revés.

Hemos estado durante cinco años esperando pacientemente esta sentencia judicial en la esperanza de que estos presuntos delincuentes pagasen sus delitos en la medida adecuada, pero no ha sido así, la sentencia, que aunque no es firme, deja ver sus intenciones, y por ello se ha recurrido. Resulta una burla a la gente de bien, un error judicial inquietante y sospechoso, y por ello, una bofetada a la auténtica justicia, esta, yo la desconozco después de mi experiencia durante todos estos años. Por ello pido a los medios se encarguen de tomar cartas en el asunto. La cosa es muy grave y puede tener consecuencias de proporciones insospechadas debido al talante agresivo, malvado, mafioso, contumaz y primitivo de estas personas.

Me he visto en reiteradas ocasiones perseguido y acosado, no solo en mi casa, sino también en la calle y en diferentes locales de hostelería, ya por ellos, o bien por algunos de sus acólitos, y a veces con testigos delante, quienes están dispuestos a testificar.

Las cintas de video que he grabado desde una de las ventanas de mi casa, aconsejado por la guardia civil, y durante años, dejan patente el comportamiento delictivo de algunos de estos individuos. Pruebas, desgraciadamente, hasta ahora, nunca admitidas por los tribunales.

Espero que al menos los medios, ya que no la justicia, por lo que se ve, esclarezcan estas cosas y se restaure la legalidad y la verdad.


CONCLUSIÓN

No se debe permitir el que hechos delictivos de estas proporciones permanezcan impunes por más tiempo. De ser así los delincuentes se envalentonarán, como ya ha sucedido en este caso, se habrán burlado de la justicia, de la guardia civil, de la policía municipal y en fin, de todos nosotros. Se les estaría alentando, y lo que es peor, por parte de la justicia, en mi opinión debido a la desidia de la misma, a continuar con su reprobable comportamiento. Espero y deseo que ningún miembro de la judicatura esté implicado en este horrible asunto. Aunque a decir verdad, después de haber llegado a este estado de cosas, y por lo que se está viendo en otras, ya no se que pensar. Estos, vamos a llamarles dulcemente errores judiciales, frustran todo interés y credibilidad en la justicia por parte de la ciudadanía.

Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo--Sada

FIUNCHEDO 8-12-00

ASUNTO GERVASIO 2



Después de todos estos años, desde que esta familia se asentó frente a mi casa, nunca hemos tenido tranquilidad duradera, ayer mismo, día siete de diciembre del año 2000, en torno a las seis de la tarde, el hijo mayor de Gervasio, Roberto Carballo, estando mi madre y yo en la galería de nuestra vivienda, y sin estar a la vista, ya que estábamos viendo una película en la tele (Vía Digital, “Canal 600”, “LA BELLA LOLA”, protagonizada por Sara Montiel) empezó a proferir los insultos de costumbre, “coqui” he hijo de puta. La verdad es que resulta increíble e intolerable el comportamiento del elemento masculino de esta familia. Tanto mi madre como yo no podemos salir a nuestro jardín, y ya no digamos al camino, si por casualidad salen o entran ellos en ese momento, los insultos más groseros, acompañados de las amenazas más disparatadas, de muerte muchas veces, salen de sus bocas a la manera de las mafias más criminales y recalcitrantes. Nunca en este lugar, ni en todo el municipio se ha dado un solo caso parecido. El vecindario de Sada está realmente perplejo y sorprendido con el comportamiento de estos individuos, nunca tal cosa se ha dado.

Después de los varios juicios que hemos tenido, celebrados en Betanzos, y antes las muchas veces que durante años he ido a dar mis quejas, tanto yo como mi madre, a la Guardia Civil, no hemos conseguido el que estas gentes se controlen. Estas quejas no han servido de nada. El mismo alcalde de Sada, al tener conocimiento del comportamiento de estas gentes, me prestó protección policial, que todavía no se ha levantado, conociendo el posible peligro que ha visto en estas personas, ya que además las conoce perfectamente, por muchas causas, entre ellas por pertenecer esta familia al ámbito de la construcción, directamente relacionadas estas actividades con los ayuntamientos.

En mi opinión, ni la Guardia Civil, aquí en Sada, ha cumplido con sus obligaciones, han sido, no solo negligentes, si no también despreocupados y puede que de alguna manera hayan simpatizado con ellos, lo mismo que la policía municipal, entre cuyos números, cuenta con un sobrino.

En una palabra, tanto mi madre, una anciana de setenta y cuatro años, con una grave afección coronaria, y a la que insultan llamándole, entre otras cosa, el disparate de cocainómana, (los hijos si lo han sido durante años, cosa que es “vox populi”), y otras lindezas, que aunque nosotros no respondamos a estos y otros insultos, y amenazas de muerte, no es óbice para que al sufrir todas estas agresiones verbales durante años, y a veces reiteradamente durante el día, no desestabilice el ánimo más templado y más prudente, aunque hasta lo de ahora no lo hayan conseguido. De momento esta prudencia y la buena educación presiden, como no podía ser menos, el talante de mi madre y el mío. De todos modos la situación resulta muy difícil para nosotros. Intentan provocarnos de manera deliberada con la intención de que perdamos la paciencia, al sabernos solos, y como ya saben, abandonados por una justicia y autoridades incompetentes, o que se inhiben, estas sabrán porqué, de sus obligaciones.

Por otro lado, como antes dije, los juicios celebrados en Betanzos, aún yo aportando testigos directos quienes habían sufrido alguna vez, estando en mi casa, las agresiones verbales, y físicas, contra el coche de mi invitada, aparcado en el camino, de estas gentes, impidiéndonos incluso el salir de mi casa, armado y escondido el hijo mayor, Roberto Carballo, con un gran bastón, tipo jabalina, descubierto por mi en el momento en que subí a mi dormitorio a cambiarme de ropa, armado, como decíamos, con la intención de golpearnos al salir, los otros hijos, el más joven, Alejandro Carballo, y el del medio, Miguel Carballo, capitaneados por su padre Gervasio Carballo Brasa, nos acosaban desde el camino, provocándonos a salir, profiriendo toda clase de improperios y amenazas delante del portal de mi jardín. La situación era, además de horrible, increíble y mafiosa, digna de una película de terror, cuando acude la policía, llamada por mi madre, ellos se pasean por el camino como sí tal cosa. Bueno, casos como estos muy a menudo.

Me referiré de nuevo a los juicios celebrados en Betanzos en donde las sentencias, todas, fueron absolutorias por falta de pruebas, en mi opinión estas sentencias no solo fueron injustas, a sabiendas de quien las ha dictado, si no que una de las veces en que la situación se había hecho insostenible delante de mi casa por el comportamiento de estos individuos, llamo a la jueza por teléfono, diciéndole que por favor hiciesen algo. Al comentarle además que mis largas estancias en el extranjero, por motivos profesionales, y que por ello mi madre quedaba sola, y yo muy preocupado, esta jueza, que no me merece ni el tratamiento de señoría, ni siquiera el de señora, me responde lo siguiente: “si usted viaja tanto, no será mucho lo que le molesten”, todo ello acompañado de unas carcajadas de lo más impertinente, indignas de una representante de la justicia. Es tristísimo el que nos encontremos en manos de personas que como esta están encargadas de dictar sentencias. Ello no nos permite, a las gentes honradas, creer en la justicia, en este caso el comportamiento ha sido tan deplorable que es, en mi opinión, para desposeerla de su cargo a perpetuidad, lo mismo opino en cuanto a las autoridades a las que he acudido, y que antes he citado. Las irregularidades han sido tan manifiestas, que me estoy pensando, cuando yo lo crea conveniente, el acudir a los medios con todas estas cosas, y otras que aquí no relato por no extenderme más.

He recibido, y recibo insultos y amenazas, llamadas telefónicas a cualquier hora del día, pero sobre todo los sábados de madrugada, cuando sabían que yo había salido, diciéndole a mi pobre madre, ya en cama, que yo, su hijo, era cadáver arrojado en medio de la ría, (en esa época no teníamos teléfono móvil, por ello mi madre no podía comunicarse conmigo, no pudiendo dormir hasta mi llegada a casa, estas llamadas telefónicas las hacían asimismo amigos de ellos con igual o parecido mensaje) También persecuciones, realizadas por sus adláteres, en locales públicos, ¡hasta “meando”¡ en el retrete de un bar, aquí en Sada, con testigos, acosos por las calles y carreteras, mi coche rayado con saña, con testigos aportados en el juicio específico, cristal roto por una pedrada de Roberto Carballo, en una ventana de mi casa, mi madre insultada y amenazada, una pelea con Miguel Carballo, quien me persiguió por todo Sada como una furia desatada, que es lo que son estas gentes, han puesto, de manera habitual, bombas y petardos dentro de mi jardín, con el susto consiguiente por la sorpresa y la fuertes deflagraciones, mi madre destrozada, con un ataque al corazón, el perro con un susto de muerte, también barrenos utilizados en la construcción, (aportados como prueba ante testigo, a la policía municipal, y que no se han presentado en ninguno de los juicios) fueron arrojados durante una noche de tormenta del pasado invierno, con la intención de que se confundiese la deflagración del barreno con el ruido de los truenos, sobre el tejado de nuestra casa, con la clara intención de quemarnos vivos. Después de todas estas cosas aquí ya no sabemos que hacer. Hemos acudido a las autoridades y a la justicia, parece que lo han vanalizado todo. Ellos, estos sinvergüenzas, se han envalentonado al ver que las sentencias les resultaban favorables, (lo mismo que el comportamiento de las autoridades), por la ausencia de pruebas, cosa esta que no es cierta. La situación se tornó horrible, insufrible. Golpes y ruidos al pie de la ventana de mi dormitorio producidos con palas, martillos y otros aperos, cada vez que veían la contraventana cerrada creyendo que yo estaba dormido.

Como antes decía, acudimos a las autoridades y a la justicia en la seguridad que ello sería lo más adecuado, y ya pueden ver en donde nos hemos metido. Podía narrar mucho más, pero creo que es suficiente para darse cuenta de la situación.

Todavía nos quedaba el caso de sus perros, mal cuidados y golpeados, esto visto por mí, desastrados, los pobres animales que a veces se escapaban por negligencia de sus amos, creaban graves problemas en el camino, cosa esta que de alguna manera desató la ya precaria situación.

Estas gentes, diré, mienten con tal descaro que yo nunca pude pensar que el cinismo llegase a tales niveles, mienten con un aplomo tal que es propio solo de profesionales del delito, gentes acostumbradas, por una trayectoria, una “educación” familiar, y quizás de grupo, con unas costumbres, tradiciones y “leyes”, hostiles por rencor, y dificultades de relación con el nuevo entorno, o bien por una falta de interés o posibilidades de integración. Lo que es cierto es que su relación con el entorno es inexistente, haciendo además, con su comportamiento, todo lo posible para que así sea. Aquí de todos es conocido el fraude y las estafas practicadas a sus socios, algunos de ellos me lo han contado, según estos antiguos socios, aquellos, son falsos y traidores.

No hay que olvidar que esta familia no es nativa de la zona, aunque aquí ha venido mucha gente de afuera nunca ha habido problemas, al menos como estos. Tengo entendido que son oriundos del “Petín”, en Orense, hace unos años que han aparecido por aquí, y parece ser que en condiciones bastante precarias. Al no ser conocidos hubo personas en este municipio que confiaron en ellas, y como además daban pena se les prestó ayuda, no les importó el engañar y mentir, estafando a quienes, de alguna manera, les estaban ayudando. Por las razones que sean, yo me sé algunas, no han podido, sus antiguos socios llevarles ante los tribunales, pero el rencor y el resentimiento que han despertado a su alrededor es aquí de todos conocido. Ellos mismos, por su detestable conducta, se han rodeado de un colectivo muy numeroso y hostil, que en mi opinión, en un futuro no muy lejano, les causará graves problemas. Esto es lo que por aquí se habla. Diré, que o bien están encompinchados, o se están burlando de la Guardia Civil, Policía Municipal, Alcalde, y de la justicia, tomándose todas las leyes y normas de convivencia a chufla, ninguna ley va con ellos, se las pasan por aquel “sitio”, esto me recuerda que de alguna manera pertenecen a un ámbito “cultural” diferente al establecido en este país y en otros de nuestro entorno desde hace siglos. Otra cosa no puede entenderse, a no ser que alguna neuropatología hereditaria domine a estas personas. Entonces habría, en mi opinión, que contemplar la cosa desde el punto de vista de la medicina neurológica. Su comportamiento, el de estas gentes, en verdad que no es normal.

Le comentaré asimismo que el ruido que con su moto de gran cilindrada, turnándose el padre y los hijos, efectúan delante de mi casa, durante horas, a veces, es realmente para volverse locos.

Yo viéndome solo, sin ayuda de nadie, los vecinos están tan “acojonados”, y uno asociado, y presumiblemente participando de los dineros que genera la corrupción urbanística y posiblemente otras, en la que están metidos; Emilio Gómez López, el concejal de urbanismo de Sada, los otros no se atreven a declarar por miedo a esta banda, entonces decidí, por indicación directa, y expresada de manera manifiesta por el jefe de puesto de la Guardia Civil de Sada, hace unos dos años y medio, o tres, el grabar con mi cámara de vídeo algunos de los hechos, los que he podido, anteriormente relatados, constituyendo una clara prueba de lo que digo, y más.

Creo que todo el mundo siente un respeto hacia las autoridades, sobre todo cuando se presentan en tu casa llamados por un ciudadano respetable, que soy yo, mi madre, y toda nuestra familia desde siempre. Pues bien, ellos, por lo que se ve, ni caso. Esto en mi opinión no puede seguir así, es prácticamente un caso de TERRORISMO LOCAL.

Pongo esto en su conocimiento para que, si es posible, tomen alguna medida al respecto, agradeciéndoselo, tanto mi madre como yo, e incluso, como no, el vecindario.

En uno de los juicios, este celebrado en el Juzgado de Paz de Sada, al Gervasio Carballo Brasa, se le cogió en flagrante mentira en el transcurso del mismo, ejemplo bien claro del talante mentiroso, falso y embustero de esta persona, fue algo increíble, él color de su rostro varió de manera espontánea, pasando del verde al morado, al darse cuenta el Gervasio Carballo Brasa de su propio desatino. No por ello su comportamiento delictivo varió aquella temporada, no hay que olvidar que el delincuente habitual jamás se arrepiente, sencillamente le horroriza el que le “pesquen”, sobre todo cuando él ha dado patinazo.

Bueno ya Uds. verán lo que se puede hacer con todo este desagradable asunto de vandalismo o terrorismo local.



FIUNCHEDO 9-12-00

EDUARDO FERNÁNDEZ RIVAS

P.D. La tarde y noche de fin de año se la pasaron insultando y colocando explosivos, lo mismo que a partir del mediodía del día uno (Año nuevo 1-1-2001) colocando petardos el hijo menor de Gervasio Carballo Brasa, en compañía de otro niño más joven que él, sin parar hasta justo las seis de la tarde en que se retiraron al comprobar la llegada del vecino Emilio y su familia. Inmediatamente tanto él, Alejandro, como su amiguito, me imagino que este inocente de la utilización que de él estaban haciendo, se retiraron de inmediato, al llegar, como antes dije, los vecinos antes mencionados.

En estos días han vuelto a insultarme y amenazarme. No voy a detallar más, sepan que esto es continuado, no tengo más que mostrarme, ellos al verme comienzan su sarao particular, con carácter unilateral, lo cual es obvio del trastorno manifiesto de estas gentes, y también de su maldad mezquina e impropia de seres civilizados.



EDUARDO FERNÁNDEZ RIVAS

FIUNCHEDO 9-1-2001

ASUNTO MIGUEL CARBALLO




1/ Miguel salió armado de su coche, yo, según él mismo ha testificado, y es cierto, para defenderme, me vi obligado a tomar lo más cercano a mí, “un pequeño palo de las flores”. Así consta en la declaración de Miguel Carballo, y es lo cierto. Todo ciudadano tiene derecho a la legítima defensa. Ese es el derecho legal que me asiste y así lo realicé.

2/ Entregué ante un testigo la barra metálica enfundada en cinta plástica utilizada como arma por Miguel Carballo, en el cuartel de la guardia civil el día de autos. Exijo esa prueba en la vista. (Nunca se presentó, la guardia civil la hizo desaparecer, corrupción galopante)

3/ Resulta absurdo el que Miguel, si como él dice, yo le amenacé con el palo, estando él dentro de su auto encendido en ese momento, y a cierta distancia, no hubiese optado por marchar, en vez de quedarse a esperar que yo le golpease. Esto no se sostiene, además, resulta obvio, para yo poder golpearle estando Miguel Carballo dentro de su vehículo, y con la puerta cerrada, es necesario un recorrido amplio, imposible en esa situación, para asestar un golpe minimamente notable.

3/ ¿Qué estaba esperando Miguel Carballo ya en el camino público, después de un buen rato de haber salido de su garaje, y ya cerrado el portal del mismo, desde hacía bastantes minutos? Pues bien, yo se lo voy a decir, sencillamente esperarme al haber escuchado el ruido del portón de mi garaje al abrirse. Yo había esperado que pasase un tiempo para que se marchase cuando desde mi dormitorio observé que él salía. Di tiempo suficiente, pero bajé de mi dormitorio, donde me estaba cambiando de ropa con la intención de acudir a una cita, y sencillamente abrí el portón de mi garaje, imposible de ver desde donde él estaba, pero si de oír el golpe que produce al abrirse. Me quedé de piedra al verle allí, cuando descendí por el acceso de mi garaje hacia el camino público con la intención de abrir el portal de la verja de mi cierre. Lleva su tiempo, consta de tres hojas de hierro forjado con sus correspondientes pasadores y llave, hay que abrir todo a mano, y suelen, debido a problemas de inclinación continua de una de las columnas de hormigón funcionar mal, y en verano peor. Es decir, todo esto lleva su tiempo, se puede comprobar lo que digo cuando se quiera.

4/ Abrí la verja del portal, regresé a mi garaje a por el coche. Lo dejé en el exterior, mientras regresaba a cerrar el portón, y bajar a cerrar el pesado portal de la verja. Fue en ese momento cuando Miguel Carballo, en una brusca maniobra sitúa su auto delante de mis narices y del portal de mi verja, bloqueando la entrada a mi finca. Mi auto encendido y fuera, aparcado por supuesto en lugar correcto. Comienzan los insultos y amenazas a los que ya nos tiene, tanto él como su padre y su hermano mayor, acostumbrados, pero no por ello menos graves, molestos y vejatorios. Le dije que continuara su camino, mientras yo intentaba cerrar el portal, que se resistía por falta de aceite y por lo antes dicho. Sale de su vehículo como una furia desatada, diciendo que me va a matar, que ahora sí estoy a su merced, enarbola el arma, la barra de plomo enfundada en plástico blanco, y la abate sobre mí. Conseguí esquivar aquel primer golpe al tiempo que allí mismo tomé lo primero que tenía a mano, uno de los pequeños palos que mi madre había puesto en un parterre del jardín con la finalidad de proteger las plantas y flores del juguetón cachorro de pastor alemán que hacía unos meses nos habían regalado.

5/ Miguel Carballo se introduce en mi finca bastantes metros, acosándome y blandiendo aquella arma, algunos de cuyos golpes fallidos fueron a dar contra el muro blanco de mi finca, todavía allí pueden comprobarse sus marcas. Me defendí como pude con mi pequeño palo. O eso o dejar que me matara. Opté por defenderme como no podía ser de otra manera.


6/ En esos momentos aparece mi madre. Luego, ya conocemos la persecución a la que me sometió por toda Sada, peligrosa, tanto para él como para mí, y sobre todo para los peatones y otros vehículos, y la segunda parte de la pelea en las llamadas “Casas de Posse”. En esta persecución se ve claramente la intención contumaz, y la naturaleza de esta persona.

7/ El policía municipal de Sada, apellidado Sobrino, al día siguiente de los hechos, me confesó en mi casa que Miguel Carballo le había dicho que yo no le había lastimado el brazo, que se había caído, lastimando el brazo al golpearlo, en la caída repentina e incontrolada, contra el borde de la acera, mientras caminando hacia atrás me arrastraba por la coleta. Debido a esa caída casual, y para mi providencial, y al dolor agudo producido por el golpe, en su brazo, me soltó instintivamente. Lo mismo dijo Miguel Carballo a los médicos en el Centro de Salud de Sada: “que se había caído”. Esto me lo dijeron a mí, y a Margarita Bermúdez de Castro, los médicos y personal del centro que le atendieron a él y algún tiempo más tarde a mí.

8/ Por lo tanto, la burla que, no solo este joven, sino también su padre y hermano mayor, están haciendo, de autoridades civiles, abogados, jueces, fiscales, guardia civil, policía municipal etc. es digna de una respuesta en forma de un castigo adecuado. Y si tal y como yo, y muchos, sospechamos fundadamente, de que existiesen cómplices entre algunas de las autoridades, antes mencionadas, e incluso de funcionarios, tanto de juzgados, como de ayuntamiento, y que permitiesen con su silencio, estos comportamientos, el escándalo sería notable. Tanta impunidad irracional envalentona a estos sujetos, induciéndolos a continuar en sus hechos delictivos, e indudablemente, debido a esa impunidad, a aumentar las proporciones de los mismos.

La sentencia (agosto de 2003, y ratificada increíblemente, en agosto de 2004) de este juicio, como la de los anteriores, ha sido escandalosamente injusta, y me temo, a causa de fundadas sospechas, que haya posibles implicaciones políticas locales, y debido al encompinchamiento, aún de prevaricación en los juzgados. La desaparición de pruebas irrefutables, no presentadas durante la vista, así como otras cosas, son signos indudables de lo que digo. Acudo por ello a los medios para que tomen cartas en el asunto, y tanto, esta sentencia judicial reprobable, como otras, no quede en el anonimato y los delincuentes, tanto los de guante blanco como los otros, no se salgan con la suya, a no ser, si lo permitimos, que vivamos en un país en el que gobiernan las mafias más execrables y destructivas. Lo que acabo de narrar es solo la punta del iceberg de una corrupción profunda que va más allá de estos hechos. Y por supuesto trasciende los límites locales.

Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo



DIAGNÓSTICO:

En mi opinión; “Trastorno de conducta con agresividad” y “Pseudología Fantástica”. Todo ello, de alguna manera, transmitido a sus hijos, ya sea por imposición dominante, o bien el que estos repitan el modelo paterno, signo, en mi opinión, de un ambiente familiar muy poco evolucionado y estigmatizado por un primitivismo asilvestrado, reproduciendo generalmente el comportamiento de las bestias y alimañas, quienes, entre otras técnicas de caza, practican el acoso en manada con el fin de conseguir el debilitamiento de la víctima escogida, y que esta suele ser más noble y poderosa. Por ello el ataque en grupo de estas especies, llamadas alimañas, o bichería de baja catadura moral. El acoso que llevan cometiendo conmigo, no solo delante de mi casa, si no incluso, fuera, en cualquier local de hosteleria, en estos locales, también sus amigotes, que yo no conozco, hasta después de la agresión verbal, y amenazas de muerte, esto lo hacen asimismo desde los coches cuando yo voy caminando por la calle.

Todavía hoy, domingo, veintiséis de marzo (26-3-2000), y como tiene por costumbre ya, en el afán de perjudicarme sin más, se ha pasado la mañana, con intervalos de descanso, golpeando palas metálicas, y las parrillas de su alcantarilla, simulando estar limpiando el registro de entrada al acceso a su garaje, justamente en la linde con el camino. Comenzó su actividad alrededor de las nueve de la mañana, a las doce y cuarto, todavía continuaba. Al mantener yo las contras de la ventana de mi dormitorio cerradas, (que por cierto dan sobre el camino, justo sobre la entrada del acceso a su garaje) él creía que yo estaría durmiendo. Al ser domingo dio por sentado el que yo habría llegado tarde, yo ya estaba en pie, contemplándolo todo, lo mismo que mi anciana madre, desde el comedor de mi casa, situado en la planta baja, él parecía volverse loco cada vez que golpeaba las palas o sacudía con violencia las parrillas metálicas de su registro, al comprobar que las contraventanas de mi dormitorio seguían cerradas. La situación es la de siempre, tuve la tentación de filmar todo esto, pero como ya es siempre lo mismo, no me apetece, ni montar la cámara, ni gastar un material tan caro como es todo este de vídeo, y por otro lado no tenía ganas de molestarme en ello. La verdad es que escenas como estas ya las he filmado en varias ocasiones el pasado año, y como antes dije, siempre es lo mismo y por ello no vale la pena perder el tiempo en estas cosas, sencillamente me da pena el pobre hombre. A eso de las doce y media, salí a mi jardín, y como cada día abrí el portal de la verja, que mantengo abierto todo el día, yo creí que ya se había marchado, pero no, simplemente había cambiado de lugar, trasladándose, al portal de acceso a la vivienda, para desde allí continuar con su contaminación acústica, ahora ya subido a una escalera de mano, nos cruzamos la mirada, yo por casualidad, porque, a decir verdad, creí que se había retirado a su casa, en fin, se quedó perplejo, el creía que yo seguía durmiendo, o mejor dicho, tratando de dormir, ya que con su alboroto, sería imposible estar en los brazos de Morfeo, se marchó con un cabreo mayúsculo, a los pocos minutos salió en su coche. De todas maneras parece que hoy tiene una crisis aguda en su Trastorno, hay posibilidades de que esta tarde me monte un sarao de cuidado. Como es habitual, probablemente con explosivos de alto nivel, colocados dentro de mi finca, ensordecedor y desestabilizador ruido de moto, insultos y amenazas, en fin, con todo aquello a que nos tiene acostumbrados, y en lo que implica a sus hijos, al obligar a estos, y hacerlos partícipes de sus delitos, y buscando siempre la cobarde impunidad al vigilar que nadie pase por el camino, ya que desde el frente de su casa la panorámica, en ambas direcciones, abarca una distancia más que suficiente para lograr esa impunidad, aprovechando también el que el vecino más cercano, Emilio y su familia, mujer e hijo, estén ausentes, ya por complicidad, o bien por casualidad (sabemos que andan en los mismos negocios. Uno, Emilio, como concejal de urbanismo, y en connivencia con el capo, el alcalde, permite los desmanes en el ámbito de la construcción del otro), veremos que pasa.

Ayer, jueves trece de abril, por la mañana, entre las ocho y media y nueve de la mañana, se hartó de tocar el claxon bajo la ventana de mi dormitorio. Mantuve cerrado hasta la tarde, a las dos menos diez (13h 50´)
Llegó para comer, quizás llegó antes, pero fue desde esa hora, hasta las dos y cuarto (14h 15¨), que se entretuvo, como de costumbre en golpear dos palas metálicas entre sí, y luego entre él y su hijo Miguel, arrojando explosivos sobre mí finca, de lo más sonoro. Continuaba, por estrategia, la ventana de mi dormitorio cerrada. He vuelto a colocar la cámara de vídeo en la habitación contigua a la mía, sobre su trípode, sencillamente para que la vean, por lo tanto buscando un efecto disuasorio, pero que no dudaré en activarla si lo considerase oportuno.

Hoy, viernes diecinueve de mayo (2000), sobre las 17h 30’ yendo yo por el camino de Fiunchedo, en dirección Sada y Gervasio Carballo Brasa, en dirección contraria, en la curva donde se encuentra el acceso a la vivienda de la farmacéutica “Carmucha”, al reconocerme Gervasio, quien conducía su “todo terreno”, echó su gran automóvil sobre el mío, en una rápida y brusca maniobra, yo la verdad creí que no lo contaba, giré el volante de mi pequeño auto hacia la derecha, consiguiendo esquivar el impacto, él ya enderezó su coche, y sin mediar palabra, al menos por mi parte, continuamos cada uno en nuestra dirección, (el camino por demás es ya de por si muy estrecho, para que dos vehículos puedan transitar con holgura en ambas direcciones, pero en esta zona es mucho más angosto, y todavía peor ya que a la entrada del acceso a la casa de Carmucha, la farmacéutica, en el lado opuesto están obrando por lo que el escombro se amontona, dificultando más la conducción)

Eduardo Fernández Rivas


GERVASIO: SUCESOS GRAVES EN SADA

TERRORISMO LOCAL

UNA FAMILIA ACOSADA

Era lunes, día 14 de marzo, alrededor de las 13/40hs, de este año de 2005. Encontrándome yo, Eduardo Fernández Rivas, arrojando unos rastrojos, contenidos en una bolsa de plástico, y procedentes de mi jardín, en un lugar que los vecinos tenemos por costumbre, el vecino Gervasio Carballo Brasa, oculto tras las ramas de un limonero de su huerto, y a una distancia de unos seis o siete metros, con el muro de su finca por medio, me apunta con una pistola, al tiempo que, entre insultos, (¡mírame ben maricón, cabrón, fillo de puta, desta xa non sales vivo, date por morto!) me dice que me va a matar. En su cara ciertamente, se reflejaba la expresión de un asesino. He pintado muchos rostros en mi vida. Por mis pinceles han pasado caras de todo tipo y edades. Es muy difícil que se me escape el conocimiento de la expresión de cualquier rostro. Terminaba yo en ese instante de vaciar la segunda bolsa y última, con los rastrojos, hojas caídas de la magnolia de mi jardín. Me imagino que debió de verme, yo no había reparado en su presencia, cuando llevé la primera bolsa, y esperando un segundo viaje, debió ser cuando fue en busca de la pistola. Necesitó, al darse cuenta de que yo no le había visto, el hacerse notar. Para ello empleó las manifestaciones y amenazas, anteriormente apuntadas. Yo, como si no hubiese visto ni oído nada, estaba ya terminando de vaciar la bolsa, cosa que realicé, di media vuelta sin alterarme. Ni proferí palabra, creo que ni emoción alguna fue reflejada en mi rostro. Dando la espalda a Gervasio y a su pistola, que me apuntaba en todo momento, volví, cruzando el camino, unos veinte o veinticinco metros, hacia mi jardín, y a paso normal como si nada hubiese sucedido.
Pienso que el hecho es realmente gravísimo. Esta persona lleva unos catorce años, desde que han venido a instalarse en este lugar de Fiunchedo, en Sada, molestándome, tanto él, como todo el elemento masculino de su familia, hijos y otros, agrediéndome, tanto a mí como a mi madre, e incluso a mi perro, (fallecido a causa de unas graves alteraciones nerviosas producidas por los tremendos sustos sorpresivos de los explosivos de alto nivel que colocaron, durante años, y de manera habitual dentro de mi jardín), así como de otras muy diversas y delictivas maneras. Agresiones verbales varias y de todo tipo, acompañadas siempre de amenazas de muerte continuas. En fin, terrorismo local, pero de alto nivel. La situación resulta de lo más desestabilizadora, indignante e irresistible. Ahora bien, lo de la pistola, narrado anteriormente, es la primera vez. Si bien ha hecho, hace ya algún tiempo, ostentación de armas delante de su casa, y enfrente a la mía, con la clara intención de amedrentarme. Esto último lo tengo grabado en video.
También diré, que hace algo más de un año, un industrial, conocido mío de Sada, y muy alterado, debido a la situación que acababa de presenciar, me comentó delante de un amigo mío, y a quien hizo partícipe también de la información, que Gervasio Carballo Brasa, había utilizado la pistola en alto, gritando amenazas de muerte, con la finalidad de amedrentar al grupo reunido en casa de este vecino de Sada, donde se trataban asuntos, al parecer, y siempre según los comentarios de esta persona, nada limpios, en relación con una denuncia a una persona que viste uniforme y de cercano parentesco a Gervasio Carballo Brasa. Fue la primera vez que tuve conocimiento de la utilización de arma de fuego por este hombre.
Ese lunes, 14 de marzo de 2005, inmediatamente después de lo sucedido, llamé a la guardia civil de Sada. La respuesta del que haya cogido el teléfono para responderme, además de incorrecta, resultó prepotente, e incluso desagradable y amenazadora hacia mí. Aunque es verdad que al día siguiente, martes 15, al personarme en el cuartelillo de Sada, para informar de este hecho, el agente que me atendió, Palomares dijo llamarse, tuvo un comportamiento más adecuado.
Lo que más me duele y preocupa, es el estado de nerviosismo y angustia en que mi anciana madre se encuentra muy a menudo, debido al comportamiento de acoso a que nos tiene sometido esta gente. Poseo cintas de video grabadas por mí, aconsejado por la máxima autoridad de la guardia civil de Sada en el año 1998, y en donde puede verse el comportamiento de estas personas en esa línea.

Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 12-07-2005


GERVASIO: INCIDENTE EN EL PASEO MARÍTIMO DE SADA

UN DÍA DE EFEBRERO DE 2006


En febrero pasado (2006), no recuerdo el día, caminando yo, Eduardo Fernández Rivas, por el paseo marítimo de Sada, a la altura de los servicios sanitarios, muy cercanos al hotel, se encontraba Gervasio Carballo Brasa en animada reunión con dos personas, varones, uno de ellos conocido mío, llamado César, alias “Trombones”. Al otro no le conocí. Al pasar, durante mi recorrido, por la cercanía de los tres, Gervasio dirigiéndose a mí, y mirándome, comenzó a llamarme loco, al tiempo que se reía y burlaba de mi persona. Continué mi camino sin responder palabra, como si no hubiese visto ni oído nada. El tal César, persona que sé que me admira y respeta profundamente, y quien siempre me ha saludado con deferencia, e incluso con cierto cariño, me dio la espalda riendo la “gracia” de Gervasio.

Pocos días más tarde, no más de tres, caminando yo por las inmediaciones del hotel del mismo paseo marítimo, me sale al encuentro César, alias “Trombones”, quien visiblemente acalorado y algo angustiado, me pide disculpas por lo sucedido unos días atrás, comentándome que el comportamiento de Gervasio Carballo Brasa, había sido el de un auténtico delincuente, y dentro de la conducta propia de la morralla más callejera (palabras textuales), que no lo podía creer. Bien, yo le respondí que las disculpas llegaban tarde, que lo que debería haber hecho era, ese día de autos, el no reír los insultos y burlas que Gervasio me dirigió, llamándome loco y otras lindezas, y saludarme como lo había hecho siempre. Le dije que lo que hacía, en mi opinión, era el acto de un miserable y de un cobarde. Pretendió quedar bien con Gervasio al reírle sus chascarrillos dándome la espalda, y ahora pretendía lejos de Gervasio quedar bien conmigo, teniendo la seguridad de que Gervasio no iba a enterarse de esta petición de perdón, y sobre todo de condena contundente al comportamiento de su amigo Gervasio llamándole delincuente y morralla.


Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 28-03-2006

sábado, 2 de febrero de 2008

DEBATES NA TABERNA DO CROIO 9: MATRIMONIO MORGANÁTICO

DEBATES NA TABERNA DO CROIO 9; EL “PRÍNCIPE DE
ASTURIAS” Y EL MATRIMONIO MORGANÁTICO;
COSAS DE REYES Y OTROS TIRANOS

Y ahora, en nuestros acostumbrados debates semanales, y como ya Vds. saben, habitualmente solemos debatir asuntos de actualidad, aunque de vez en cuando toquemos temas históricos o mitológicos, cuando consideramos que algo que ver tienen con la actualidad y sus compromisos. Bien, pues hoy, y según todos los miembros reunidos hemos acordado, en un día tan señalado para los monárquicos, como es el cuarenta cumpleaños de Felipe, ¿heredero de la corona?, casi como de fiesta principesca, habremos por ello, de tratar acerca de los títulos y herencia monárquica del “Príncipe de Asturias”, Felipe de ¿Borbón Grecia?
Nuestro regalito será aquel de deliberar de la manera más seria, aunque breve, el peliagudo asunto de los matrimonios morganáticos.
Matrimonio morganático es aquel que resulta de la unión matrimonial entre personas de diferente rango. Concretamente el celebrado entre un príncipe real, heredero al trono, con una plebeya. También entre una infanta o infante de España con pareja plebeya, resulta matrimonio morganático.
Y aún si la elegida, además de ser plebeya, resultara divorciada, entonces sería un gravísima agresión a las disposiciones regias de nuestro país, en relación con el integrismo católico de la monarquía española.
Si Enrique VIII, el llamado por algunos, Nerón de Inglaterra, se casó seis veces, tuvo para ello que liberarse del respeto y del vínculo debido a la iglesia de Roma. Independizándose de ella, se convierte en el jefe de la iglesia reformada de Inglaterra. De esta manera puede matrimoniar con divorciadas, llevarlas al patíbulo, como a Lady Ana Bolena, Catalina Howard, o separarse de Ana de Cléves, quien le sobrevivió con el ampuloso y arreglado título de “Hermana del Rey”, y al tiempo que este se casaba con la que habría de ser su última esposa, la viuda Catalina Parr, quien también sobrevive al monarca. Todo ello después del gran escándalo internacional que supuso la derogación, después de veinticuatro años de matrimonio, de su católica unión con la hija más joven de los reyes católicos, Catalina de Aragón, antes esposa, según ella intocada y doncella, del infortunado príncipe de Gales, Arturo Tudor, hermano mayor del que sería Enrique VIII, y tía del emperador Carlos V, hijo de Juana de Castilla, llamada la Loca, y nieto de Isabel y Fernando. El emperador al no considerar el matrimonio con su prima, María Tudor, hija de catalina y Enrique VIII, y del que se había hablado largamente, ofendió de tal manera al bofarrudo inglés, que desde entonces los vínculos con España quedaron maltrechos para siempre. El ostentoso rey Enrique, a falta de heredero varón en esa época, soñaba con un nieto, nacido de la unión de su hija María con su primo el emperador Carlos V, propio de una dinastía imperial que gobernase el mundo. De haberse producido ese matrimonio, jamás el rey inglés abandonaría a Catalina de Aragón, y quizás la reforma anglicana nunca se hubiese realizado, al menos, de la manera tan brutal en que se llevó a cabo.
El escándalo producido por ese lujurioso, rencoroso y “viva la vida” rey inglés, con toda esa “movida” llena de asesinatos, ejecuciones en masa, proscripciones y arrestos con nocturnidad, muchas veces coital y sabanera, que tenía las salas principescas y las mazmorras de la torre de Londres llenas hasta las cejas, fue de tal magnitud que a punto estuvo, en su momento, de producir una conflagración internacional. La ofensa del emperador, rechazando a su prima María, futura reina de Inglaterra, al casarse con su otra prima Isabel de Portugal, hija de María de Castilla y Aragón, la cuarta hija de los reyes católicos, con Manuel I de Portugal, viudo de su hermana Isabel, resultaba imperdonable. Si las guerras con Francisco I de Francia no se hubieran metido por medio, como algunos de los principados y ducados alemanes y holandeses, el de Cléves entre ellos, la isla hubiera sido invadida entre las fuerzas aliadas del papa y el emperador, quien también tenía la complicación turca a las puertas mismas de los territorios imperiales.
La situación llegó a tales enfrentamientos diplomáticos, que su conclusión material, en los reinados siguientes, el de la bastarda Isabel I de Inglaterra y el intrigante Felipe II de España, resultó en un desastre de consecuencias irreparables, para la papista y católica España, significando el punto de inflexión para la caída, lenta pero irremediable del inmenso imperio español. El Dios cristiano, obviamente, estuvo de parte de la iglesia reformada inglesa, y en contra de los intereses del Papa y del soberbio y arrogante Felipe de España. ¿Por qué sería? ¿Estaría ese Dios harto de tanto aburrido catolicismo? ¿Desearía acaso la más libre y juguetona novedad de la Reforma?
Bien, dejando estos prolegómenos maritales del travieso y cínico Enrique, digamos que en nuestro país, donde el jefe de estado es el representante de la monarquía más católica del mundo, no puede consentir seriamente que el heredero de la corona, se nos case en matrimonio morganático con una plebeya, y además divorciada.
Según la “Pragmática Sanción” de Carlos III, emitida en 1776, ese tipo de matrimonios deja invalidado al contrayente de rango superior, y a toda su descendencia como posibles herederos al trono, perdiendo de manera inmediata el título, si lo tenían, de príncipe o princesa de Asturias. Lo mismo las infantas de España, al realizar también, matrimonio morganático, pierden de inmediato ese título de infantas. Y lo mismo, su descendencia queda, igual que en el caso de Felipe, inhabilitada para reclamar los derechos a la corona para cualquiera de sus vástagos. Habría entonces que buscar, dentro de la complicada genealogía regia, heredero de sangre pura, incontaminada, para pretender legalmente los derechos a la católica corona de España.
No olvidemos, que si bien es cierto, según la constitución, que todos los españoles de ambos géneros somos iguales ante la ley, esa misma constitución, al menos hasta donde alcanzan mis conocimientos y los del resto del grupo, respeta los derechos históricos de la corona. Por lo tanto, y según eso, la “Pragmática Sanción” de 1776, continuaría en vigor. Y si esto fuese así, entonces, ni Felipe de Borbón es príncipe de Asturias, y mucho menos lo es Leticia Ortiz, así como tampoco lo podrían ser sus dos hijas, Sofía y Leonor, producto de matrimonio morganático. Lo mismo ocurre con las llamadas infantas, quienes han dejado de serlo, debido a ese mismo tipo de matrimonio, como ya sabemos, llamado morganático.
D. Luis Antonio de Borbón y Farnesio (1727-1785), hijo de Felipe V y de su segunda esposa Isabel de Farnesio, y príncipe de Asturias, hermano del rey Fernando VI, muerto sin descendencia, al casarse en matrimonio morganático con la aristócrata aragonesa de segundo nivel, Dª María Teresa de Vallabriga y Rozas, y según la “Pragmática Sanción”, emitida por su receloso hermano Carlos III, quien le obligó a ese matrimonio, con la clara intención de eliminarle a él y a su descendencia del acceso al trono de España, como así fue. Quedando además su descendencia inhabilitada para llevar el apellido Borbón. La condesa de Chinchón, al igual que sus dos hermanos, y pintada por Goya, segundo vástago de la pareja, y esposa de Godoy, no debería jamás utilizar el apellido Borbón, únicamente el de su madre, como si de una bastarda hija de soltera se tratara. Devueltos esos privilegios de utilización del apellido paterno, por el Rey Carlos IV, a instancias de su esposa la reina María Luisa de Parma, al casar a la niña condesa de Chichón con el advenedizo Godoy, y favorito de la reina.
D. Alfonso de Borbón, tío de D. Juan Carlos, y entre otros muchos casos, príncipe de Asturias, y hermano de D. Juan, padre del actual rey Juan Carlos, el 11 de junio de 1933, estando en el exilio, tuvo que renunciar a los derechos dinásticos al casarse con la cubana de origen español, Edelmira Sanpedro-Ocejo
Si tenemos razón en nuestro argumento, qué la verdad, no lo sé, entonces la llamada familia real española, o bien nos toma el pelo, en connivencia con toda la clase política, cosa que sería imperdonable, o bien son todos, unos y otros, una pandilla de ignorantes irredentos. O quizás también, ¿Quién sabe?, el monarca español intente realizar la reforma de la iglesia española al estilo de Enrique VIII Tudor, un “chisgarabís” con demasiado poder, y con el mismo tipo de experiencias. Y de esa manera legalizar la embrollada situación actual de los derechos al trono del príncipe y su prole. Entonces advertimos a Leticia Ortiz que tenga cuidado, no vaya a ser el diablo, y se aproxime a la desgraciada experiencia de Ana Bolena o de Catalina Howard. Para muestra, aunque dulce, la de la joven Sartorius: o la de la rubia modelo, la nórdica valkiria también humillada, aunque no ejecutada: “Demo non digas”

Eduardo Fernández Rivas
Fiunchedo; 30-01-2008
Día solemne del cuarenta cumpleaños de D Felipe de Borbón y Grecia “Principie de Asturias”